«La conducta y su destino» escribe Ángel Quintana.

Ángel Quintana

«¿Qué nos lleva al desatino inconsulto y brutal de las conductas humanas, desmadradas y sin sentido que nos someten a un -cada vez más- desánimo y desesperanza por nuestra permanencia terrena?» Ver toda la columna:

Compartimos en La Razón un nuevo espacio de opinión: «La Conducta y su destino».

La conducta sin timón del ser humano flota en un cieno cargado de complejidades que no somos aptos para desentrañar; ni se asemeja a la duda que se podría plantear de nuestra cordura general, ya no analizar el variado matiz de la maldad humana al servicio… ¿DE QUIÉN?.

Sin un propósito pre concebido, con las miserias latentes de muchos de nosotros, aflorando a su libre albedrío, sin un valor agregado a su «interés» por el simple motivo de la depredación y la verguenza, no dejando una «borra» de alguna sustancia que sirva como prueba  de tales desmanes.

El vandalismo se comprueba a  diario,se ramifica  como una incontrolable e incurable peste;  incluso, cuando suceden beneficios y obras para el bien popular, esfuerzos que visten a la sociedad de un ropaje digno y acogedor… la maldad se «regodea» y se posesiona como un parásito a esos frutos novísimos y atractivos, y los esquilma y los viola burdamente… y nos ofenden y desangran, y perdemos la fe.

Estamos cubiertos  de una pátina de asfalto, de excremento, de  basura desmañada, que nos asfixia y perdemos el destino de la conducta, y nos transformamos  en silenciosos espectadores de la arena romana  ahogada en sangre, mientras nos desgarran nuestros escasos de dignidad y sosiego.

¿Por qué? Por un ancestral instinto que no se ha borrado, que sigue vivo, o por necesidad de «expresar» su pertenencia en la sociedad, sintiéndose relegados y parias, renegados, violentos, sin que un tribunal(celestial) los juzgue, ya que nosotros -indemnes- no atinamos a criticar esos avatares que matan la poesía, lo bueno de la naturaleza, el eco de Satanás redoblando en nuestros oídos; es un constante  restañar de heridas eternas, con suturas desgarradas permanentemente. Yo encaprichado por mi independencia siento que desfallezco, que vivo por mi mismo,  que cuido mi entorno, construyendo piedra sobre piedra un bastión contra esa ralea, y me aparto sin notarlo del resto de mi tribu, que no me han pedido ayuda, sometidos ya y al borde de la sumisión.

LA CONDUCTA SIN CONDUCTOR ES UN DEPREDADOR SIN ATENUANTES… PERO LIBRE!!

ANGEL QUINTANA

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