La extrema derecha brasileña vuelve a las calles para pedir un golpe militar.

Todo esto pasa mientras el actual presidente en ejercicio Jair Bolsonaro, mantiene el silencio:

Grupos de simpatizantes del presidente saliente se manifiestan en al menos doce ciudades de Brasil contra el resultado electoral, mientras el equipo de Lula da Silva avanza con normalidad en la transición.

Brasil celebró el 15 de noviembre el día de la proclamación de la República, un festivo que no iba a pasar en blanco para el bolsonarismo, que está movilizado en las calles desde que Lula Da Silva ganó las elecciones hace más de dos semanas.

Miles de simpatizantes de la extrema derecha volvieron a manifestarse este martes frente a los cuarteles del Ejército en al menos 12 ciudades brasileñas, entre ellas Río de Janeiro, São Paulo y Brasilia. Piden una intervención a las Fuerzas Armadas para “salvar el país” de las garras del “comunismo”. En la concentración en Río, algo menos concurrida que la del pasado 2 de noviembre, el clima, a pesar de las proclamas golpistas, era el de una jornada festiva: multitud de banderas y camisetas verdeamarelas, puestos para maquillarse la cara como un buen patriota e incluso escaleras improvisadas en las que, previo pago de dos reales (0,38 dólares), se podía subir a hacerse una selfie con la multitud de fondo.

La mayoría de pancartas y cánticos tenían apenas un mensaje: SOS Fuerzas Armadas. Los manifestantes confían en los militares para mantener a Jair Bolsonaro en el  poder o al menos impedir que Lula gobierne a partir del 1 de enero, cuando tomará posesión de su cargo. Para la mayoría, el silencio del aún presidente, que ya dura casi dos semanas, no es señal de que finalmente se rindió y aceptó la derrota, más bien al contrario.

Sirve de pretexto para imaginar todo tipo de teorías conspiratorias, como comentaba Helena Santos, una jubilada convenientemente arropada en la bandera nacional pese al calor sofocante: “Debe de estar planeando algo, me imagino que debe de estar hablando con los militares. Es imposible que ignoren esto, ¡mira cuánta gente hay en la calle!”, decía, como señalando una obviedad. Algo parecido pensaba Carolina Serra, una joven administrativa. “Él no puede hablar, si dice algo le meten preso”. La mayoría de manifestantes cree que el poder judicial ha creado un régimen de excepción que limita la libertad de expresión, por lo que ellos tienen que actuar sin esperar consignas de Bolsonaro o de cualquier otro superior.

Foto de portada: Joédson Alves (EFE)

En Guatemala quemaron el Congreso y pidieron la renuncia del Presidente.

Se originó tras aprobarse el presupuesto 2021, el más alto en la historia del país, que no contempla aumentos en las partidas sociales y prevé un fuerte endeudamiento público.

Hartos de tanto abuso, cientos de guatemaltecos quemaron el sábado la sede del Congreso y reclamaron la renuncia del presidente, Alejandro Giammattei, tras aprobarse el presupuesto 2021, el más alto en la historia del país, que no contempla aumentos en las partidas sociales y prevé un fuerte endeudamiento público.

Las llamas en el palacio Legislativo se veían desde la calle. La Cruz Roja atendió a varias personas por intoxicación, dijo a la prensa Andrés Lemus, vocero del organismo.

Paralelamente, manifestantes reunidos pacíficamente frente al antiguo palacio de gobierno, en el centro histórico de la capital y cercano al Congreso, exigían la renuncia del mandatario.

Portando banderas azul y blanco del país y pancartas en las que podía leerse «No más corrupción», «Fuera Giammattei» y «Se metieron con la generación equivocada», los manifestantes llenaron la plaza central frente al antiguo palacio de gobierno.

En la manifestación del Congreso, la policía capturó a más de una veintena de personas y casi medio centenar fueron hospitalizadas por heridas, uno de ellos en estado grave.

Los uniformados lanzaron asimismo gases lacrimógenos a los manifestantes pacíficos de la plaza donde había decenas de niños, quienes entraron en pánico, según imágenes en redes sociales.

«Guatemala llora sangre, el pueblo ya está harto hemos vivido pisoteados por más de 200 años», dijo un manifestante que no se identificó.

Además del rechazo al nuevo presupuesto, el descontento e indignación también obedece a la opacidad en el manejo de los recursos utilizados para enfrentar la pandemia de coronavirus, así como al rechazo a la creación de un superministerio que encabezará un joven cercano al mandatario.

«Estamos cansados, no hay otra forma más para poder demostrar nuestro repudio, nuestro hartazgo, estamos cansados ya de tanto abuso por parte de las autoridades», aseveró una manifestante que tampoco se identificó.

El Presupuesto:

El Congreso, en su mayoría integrado por el oficialismo y partidos afines, aprobó esta semana un presupuesto de casi 12.800 millones de dólares, un 25% más abultado que el de este año.

La mayoría de los fondos están dirigidos a infraestructuras con el sector privado y no prevé aumentos en las partidas de salud ni de educación, ni tampoco en las destinadas a combatir la pobreza y la desnutrición infantil.

El 59,3% de la población de casi 17 millones de habitantes de Guatemala vive en la pobreza y la desnutrición infantil afecta a casi el 50% de los niños menores de cinco años.

Además, varias entidades económicas y analistas advierten que es un riesgo que un tercio del presupuesto sea financiado por deuda.

Asimismo, el Congreso había aprobado préstamos por más de 3.800 millones de dólares para atender la pandemia, aunque solo se concedieron menos del 15% de esos recursos.

Informe de Europa Press.

¿Renuncia del Presidente?

Para complicar la situación, el vicepresidente del país, Guillermo Castillo, pidió la noche del viernes a Giammattei que renuncie.

«Por el bien del país le he pedido que presentemos juntos la renuncia al cargo», dijo Castillo en un mensaje a la nación a través de las redes sociales.
El vicepresidente aseguró que le comentó al presidente que «las cosas no están bien» y admitió que no tiene una buena relación con el mandatario.

Si llegaran a renunciar los dos gobernantes, el Congreso tendría que juramentar al canciller.

Desde el principio de su mandato en enero pasado, Giammattei y Castillo han tenido diferencias.

El 29 de mayo salió a la luz un conversación entre ambos en la que el vicepresidente le reclamaba a Giammattei tomar decisiones erróneas ante la pandemia por el COVID-19.

El manejo de la crisis por parte de Giammattei, un médico de 64 años, ha sido duramente criticada por la oposición y sectores sociales que denuncian carencias en los hospitales y deficiencias para atender a los grupos afectados por los confinamientos.

Según datos oficiales, el COVID-19 deja más de 118.400 contagios y más de 4.000 muertos en el país.

Fotos de DW.