«El que calla es olvidado, y a su vez pierde la esencia de su ser; pierdo lo más preciado que es ser racional, y eso es… la perspectiva de la vida y su entorno».
Existen – es obvio- personas que se aferran a su don que es el de tratar de mitigar el sufrimiento, ya por el entorno maltrecho y por ese cúmulo de vida que latenextramuros… en la indolencia, el olvido y la desesperanza; me refiero -entre otros males- a los animales que habitan otros mundos ajenos a nuestras hermosas vidas, ellos, que se desangran sin que encuentren la contención necesaria para su existencia. Esas personas, muy notorias ellas, por lo tanto excesivamente convocadas por esos irresponsables que desprecian los sufrimientos de nuestros hermanos los perros, ya se ven desgastadas, cansadas, impotentes, pero que no cejan de predicar el bien hacia esos seres abandonados.
La bondad es el principio del trato y el respeto hacia el otro, es -por tanto- la primer premisa para saber vivir; esos signos ya no se aprecian y creo que no se pueden restaurar, por lo que esos animales sucumben ahogados por el dolor terrible del desprecio. Cada vez son innumerables los perritos que pululan desorientados por nuestras maltrechas calles, se agotan en la basura ya repasada mil veces en pos del rastro del vital alimento; son muchos los vecinos que los rechazan, siendo que ellos son los artífices de aumentar el número de ellos, que lloran en la vereda, son atropellados por autos, yendo a sucumbir a un basurero como un simple despojo sin valor. Tengo terror por el odio de mis semejantes, el oír filtrándose entre el ocre de los árboles el lamento de esos animales que evidentemente son abusados; yo los oigo y reconozco el grito funesto del dolor, pero… un mayoritario número de pobladores a esos sonidos no los emparenta con el sufrimiento, sino simplemente por el ruido urbano.
Hemos destruido elementos que nos hacían creer en un mañana más placentero y no tan cruel; nuestro egoísmo no nos deja mirar lo beneficioso que sus almas aportarían una convivencia plena y llena de esperanza para las nuevas generaciones.
«La fatalidad de las consecuencias que trae consigo cada uno de nuestros actos, la idea capital del drama, el sombrío y trágico elemento de la vida, me detienen en el camino conbrazo más seguro que el del Comendador. Lleno de pena obro siempre, casi a fuerza».
Enrique Federico Amiel
ANGEL QUINTANA