«Me retrotraigo a mi adolescencia… al sonido inconfundible de los pisos de madera…» por Ángel Quintana:
Compartimos una nueva columna de opinión en La Razón:
«…inconsistentes e inciertos a nuestro paso en el viejo liceo, donde todo era esperanza y expectante espera de lo desconocido, no tan pendientes del cariz del eventual destino de cada uno de nosotros; lo romántico tomaba un protagonismo tal que trotábamos en el limbo. Aquel vetusto liceo que conoció nuestras inocentes conductas tan inconsistentes como irreflexivas; las «diabluras» de almas imperfectas que solo conocían la amistad y la sana diversión, pero a su vez un respeto mutuo sólido, el lirismo de una vida que comenzaba a dar sus primeros pasos en un mundo idílico y aventurero… pero que aún no conocíamos.
Cuna donde nacieron nuestros amigos, amigos del alma, amigos que se perdieron en la bruma del tiempo inmersos en la vorágine de una demandante sociedad, sedienta de voluntades que alimentaran el desenfreno y la ansiedad ya adosada al materialismo instalado.
Soñadores que trazaban destinos inconfesados, pero de una vaguedad que nos hacían soñar permanentemente con emprendimientos carentes de lógica, pero que latía en nuestra sangre… en nuestra tierna y candorosa existencia, haciendo que los días dorados fluyeran con aquella modestia tan puritana y sana… tan irresponsable como candorosamente tierna.
Hoy, donde los valores no poseen el tesoro innegable de la honestidad y el compromiso, nos obligan en contraer el deber de alimentar esa vida para que ella siga existiendo y nos expolie hacia esa esperanza tan esquiva como desconocida, ayudando a nuevos soñadores.
Ante tanta mediocridad, de acciones fuera de contexto, de desaliento poblacional, nace una llama cálida que nos alienta y nos brinda una señal para que podamos seguir creyendo. Ese gesto tan tierno como necesario tiende a movilizar la voluntad, ya sea institucional como ciudadana, y tentar revertir ese panorama lóbrego donde nos agitamos y sobrevivimos, solamente para nutrir esa vida que nos impulsa hacia ese horizonte desconocido. Espero que con este delirio se puedan rescatar del olvido otros sitios emblemáticos de un Rosario ya anciano, deprimido, que solamente sueña con un respeto hacia sus venas históricas, y poder seguir en pie como un referente válido aún, que pueda seguir acunando a sus queridos habitantes, y que no perdamos nuestra identidad. Nuestra permanencia se nutre por años vividos y años perdidos; sueños realizados y frustraciones sistemáticas. La pandemia nos rediseñó como raza multifacética, nos llegó a ver la existencia de una manera coincidentemente afin a nuestra modesta adolescencia… sin maldad, rescatando ciertos valores perdidos como el respeto, el cariño… LA SOLIDARIDAD. ES PREFERIBLE SUBIR MIL VECES LA CIMA Y SUCUMBIR EN EL INTENTO… QUE DESFALLECERY MORIR EN EL LLANO, SUMERGIDOS EN EL LODO DE LA DESESPERANZA… SIN ATINAR ALUCHAR!!! ANGEL QUINTANA …