«Qué incomprensión de mi intelecto se me plantea respecto al titular de este escrito!!…» Ver toda la columna aquí:
El periódico comparte un nuevo espacio de opinión: «Malos».
Debería decir… «confrontación entre vecinos malos y gobernantes malos», o quizás se emparenta mi reflexión con la de… «Desidia ante el evidente y decadente entorno urbano».
El juego que asisto cotidianamente y veo anonadado a muchos integrantes de nuestra sociedad, con el capricho o la sostenida liviandad ante causales lacerantes que chocan con la incredulidad de los sensatos, como lo reflejan actos demenciales como el del capricho o provocación de no verter los desechos domésticos en los contenedores, y sí en algún terreno de notoria y dilatada fama de baldío, con el caso concreto del emblemático «campito de los circos «allí entre las calles Treinta y Tres y Gral. Flores. Tan evidente es este predio con su constitución de «tierra de nadie y de todos», cumpliendo su misión con total solvencia y esmero cada vez con mayor ahínco y perseverancia.
Este eco que pretendo sea palpable para ciertos hombres representativos y custodios de nuestra dignidad, y para aquellos resentidos, o que se sienten relegados de nuestro entorno y que diseminan su humor ensuciando el medio ambiente tan mancillado, buscando con este grito un rapto aun leve o una señal de cierto arrepentimiento y que expresen el porqué de esos actos.
Deberíamos «copiar» o asimilar situaciones en otras ciudades, como Carmelo que pretende, como forma de erradicar los basurales colocar cámaras que vigilen esos sitios con el signo fundamental de desenmascarar a esos vecinos malos.
Aquí en nuestra comarca existen puntos endémicos sin resolución y en expansión, y que no se le ha dado el debido tratamiento para su erradicación. Me refiero solo a uno de ellos, ubicado en la ¿squina de Treinta y Tres y Martínez Diez, donde, además del acopio de la poda se asocian bolsas de resíduos domiciliarios a escasos metros de 2 contenedores, y por lo pronto ninguna autoridad ¿ha intentado algún tipo de acción al respecto, soslayando la impunidad total. ¿Será tan honeroso colocar una cámara de vigilancia?
¿Somos distintos los que piensan en una armonía de sustentabilidad y dignidad?
Seguimos sin domesticar nuestro gesto maléfico en ciertas cuestiones que hacen a la convivencia armónica, y se convierten en meros espectadores aquellos que entendemos tienen que vigilar esas acciones fuera de contexto y reprender como es debido los desbordes de los «auto-marginales sociales», que no aceptan los códigos de debido respeto al prójimo.
ANGEL QUINTANA