«La pasta de un pueblo» por Ángel Quintana.

Ángel Quintana

«Recorriendo sus intrincadas calles, que, como un desmadejado ovillo se despliegan con total , irresoluto, demencial y errático trazado, y si  no perteneces a esa copmunidad, y te atreves a ingresar a este laberinto, es muy probable que te pierdas, incluso con un GPS…» Ver toda la columna:

Este preámbulo solo lo edifico para explicar lo singular y único que ofrece este centro poblado del departamento, con sus pequeñas playas a orillas del río color león, su vegetación autóctona, siempre presente pese a su desmonte para uso de su leña como artilugio cálido y de sustento familiar.

Me refiero a nuestra  hermana ciudad de Juan Lacaze, que, con su impronta  tan gloriosa como trágica se apresta a plantar pelea a las traumáticas situaciones que le ha tocado  enfrentar en estas horas de incertidumbre, y tratar de olvidar horas de gloria con su vida fabril ya extinta.

Nuevamente el destino los ha puesto a prueba, como tantas veces en su historia, y estoicamente   sus pobladores ,que los lleva  a ser muy solidarios(tal vez por su soledad al margen de las rutas, o su singular estirpe de luchadores)… se aprestan a templar sus armas, las que la creatividad y perseverancia las mantienen  prontas a la lucha; a defender a su  «Sauce» querido.

Porqué me he enfocado precisamente en esta población?, decididamente por el razonable «simil» o parecido con nuestros habitantes pichoneros; pero parecido no es igual, y en eso el pueblo sabalero es único, bastante distinto a nosotros, quizás porque somos de «tierra adentro» y ellos porteños(con puerto y ex-vida febril), y los enmarca, con su realidad en creativos, llevados por sus avatares cada vez más incidiosos y traumáticos, que se afanan por subsistir con lo original, o aquello que les puede paliar un tanto su día a día.

No es extraño que tengan veneración por el sábalo, y lo entrañable y romántico que es ser pescador artesanal; no es por esnobismo que despliegan esas tareas y amor por esos elementos escenciales, es por la manutención de la prole, por  la dignidad y el no pedir dádivas a elementos extra-muros.

La originalidad -en el caso de nuestros vecinos- no es un don que envilece al ser en procurar el éxito y la notoriedad, es la necesidad de perdurar y del autosustento: el caso más notorio y llamativo se le puede endilgar en torno a la pasta, más concretamente al raviol, donde este alimento se  ha posisionado como el producto que distingue a Juan Lacaze como » la capital del raviol»(no exagero), ya que su elaboración ha tenido plena aceptación en la región, y siempre está presente en todo beneficio que lo han requerido para lograr recursos para el bien popular.

Esto no es mas que mi reconocimiento  a nuestros hermanos «sabaleros», rivales acérrimos en fútbol, pero unidos en horas aciagas de nuestros respectivos pueblos, atentos y prestos a cualquier situación limite y de carencias  ciudadanas a extender sus manos en un abrazo fraterno e indisoluble.

Son únicos en la inseguridad, en la unión, en tener un refugio canino ejemplar, donde se amalgaman el cariño, el respeto y compromiso por los animales, con poco o escasos recursos para perdurar, pero con un temple que no conoce desfallecimientos… con todo «eso» siguen dando pelea!!!

EL SENTIMIENTO DEL DOLOR NOS SACA DEL SUEÑO PERFECTO… SOLO RECONFORTAMOS EL ALMA CON LA CALMA Y LA PAZ DE LOS ACTOS BENEFACTORES .

Ángel Quintana.

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