«El cuenco vacío…o cuando el clamor popular no tiene eco». Escribe Ángel Quintana.

Ángel Quintana

«La notoriedad se mide por lo tangible, y es eso cuando nuestras retinas fijan en nuestro cerebro el entorno en donde nos movemos y convivimos diariamente  con «lo cotidiano», o sea una realidad descarnada y de notoria presencia». Ver columna completa:

La Razón comparte un nuevo espacio de opinión:

Esa misma realidad que muchos no le dispensan atención, estando vacíos de reclamos no cumplidos, como que el chapotear en el lodo «de lo mismo» sea parte de nuestras existencias.

Mediocridad… para muchos es la esencia que se nutren en lo incambiado, marcando una tendencia al conformismo, tan promiscuo como peligroso. Yo no acepto -por ejemplo- el matojo de yuyos, que, cuando abro mi ventana se regodea ante mis ojos, que, como telón se abre en una manzana entera de «tierra de nadie», baldía, salvaje, mancillada con el vertido de desechos de toda índole, como un cementerio de  animales muertos que tiran desaprensivamente vecinos de todos los barrios ciudadanos;  ¿debemos convivir con esos desatinos?, donde el valor de nuestra propiedad se deprecia de forma alarmante.

Y el propietario de esa mancha urbana «no aparece», como no aparecen los intentos de revertir esa situación en forma de obras de interés popular. No nos damos cuenta de las imperfecciones más evidentes de obras estructuradas en forma mediocre que solamente aportan incomodidad al vecino.

Calles de nuestro pueblo que NUNCA HAN SIDO BARRIDAS, solamente la naturaleza -cíclicamente- con las lluvias se encarga «limpiar» las cunetas y transportar esa nociva basura con una deposición final en nuestro arroyo.

Es que estamos vacíos de actitud y de fuerza para reclamar lo que realmente nos corresponde; DIGNIDAD Y ORGULLO.

Recargamos las responsabilidades ciudadanas en un puñado de personas altruistas que batallan por mantener esa dignidad de un pueblo sufrido y desdeñado. Cúmulo de abnegados vecinos que luchan por crear espacios de nuestro hábitat para que mañana, aquellas generaciones que nos sucedan tengan una esperanza en la que aferrarse para hacer de este sitio algo habitable y decente, ya sea pregonando ante los poderes políticos o ante «representantes» del pueblo de eso que para nosotros ya es una utopía, y quizás ellos puedan torcer esa burocracia arcaica  y ya enquistada en nuestra sociedad.

Nuestra mente avanza hacia metas efímeras… y es la vida la que nos nutre de quijotescas quimeras que nunca se materializarán,  y aunque no lo crean… DE ESPERANZA VIVE EL HOMBRE… LO QUE NO SABEMOS ES DISTINGUIR SI VIVIR ES UNA CONSECUENCIAEVOLUTIVA O UNA HERIDA QUE NOI PODEMOS RESTAÑAR.

ANGEL QUINTANA

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