Siete cosas que es mejor evitar cuando sufras ansiedad.

La Razón

Ella forma parte de la vida, sin embargo, la clave está en evitar que sea ella quien tenga el control sobre la existencia. Si rehuimos de ella acabará teniendo más poder.

La ansiedad se afronta y se gestiona. De este modo, conoceremos mucho mejor ese “demonio” interno para controlarlo, debilitarlo y tomar el control de nuestra vida.

Muchos de nosotros estamos acostumbrados a que nos recomienden infinidad de cosas para hacer frente a la ansiedad.

Frases como “no te tomes las cosas a la tremenda”, “baja el ritmo” o “haz cambios en tu vida” son expresiones muy recurrentes pero que, sin embargo, no nos sirven de mucho.

La razón por la que dejamos de ser receptivos a toda esta serie de consejos es porque la mente trabaja en otro nivel. Su enfoque está delimitado y puede estar bajo dominio de las preocupaciones excesivas, la negatividad y la falta de autocontrol.

En este estado resulta muy complicado que logremos bajar el ritmo. Es más, a veces incluso estando de vacaciones, nos sentimos agotados y tan fuera de nosotros mismos que hasta es común experimentar algún ataque de ansiedad.

Por otro lado, es necesario saber que muchas de las estrategias que llevamos a cabo para tratar la ansiedad se limitan solo a tratar los síntomas, pero no la raíz del problema. Necesitamos siempre de la ayuda de los profesionales y hallar esa estrategia terapéutica que más se ajuste a nuestras necesidades y particularidades.

Asimismo, al igual que es conveniente saber qué hacer cuando sufrimos ansiedad, también es necesario tener claro lo que no es recomendable hacer cuando suframos esta condición.

De este modo, conoceremos mucho mejor ese “demonio” interno para controlarlo, debilitarlo y tomar el control de nuestra vida.

  1. Rumiar y darle vueltas a las cosas

La ansiedad nos obliga a pensar de manera diferente. Caemos en estados desgastantes, negativos y fatalistas. Es más, estudios como el publicado en 2013 por la revista Frontiers in Human Neuroscience nos recuerdan el impacto de esta condición en los procesos cognitivos.

Intentemos romper el ciclo de esos pensamientos persistentes que a lo largo del día nos van quitando el equilibrio y la calma.

Es recomendable que seamos conscientes de en qué momento un pensamiento, una imagen, una frase o un recuerdo empieza a ser persistente en la cabeza.

Cuando nos demos cuenta de ello, lo ideal es que desviemos la atención hacia otro foco más distendido o positivo.

Hacer deporte, pintar mandalas o hablar con alguien nos puede ayudar a ello. Asimismo, tal y como nos explican determinados estudios como el llevado a cabo en 2010 por un equipo de investigadores de la Universidad de Boston, prácticas como el mindfulness podrían ser de ayuda en el tratamiento de la ansiedad.

2. Evitar o huir

Puede que el trabajo nos cause tanta ansiedad que hayamos decidido pedirnos una baja. Durante ese tiempo, en lugar de buscar ayuda profesional, optamos por descansar y sobre todo “no pensar” y decirnos a nosotros mismos que en nada estaremos mejor.

También puede que los problemas con nuestra pareja sean tantos que prefiramos pasar más tiempo fuera de casa, llegar tarde… Todas estos comportamientos son formas indirectas de huir de aquello que nos enturbia y preocupa.

En lugar de evitar aquello que nos inquieta o huir de ello, hay que enfrentarlo. No dejemos para mañana la molestia que sintamos hoy. En caso de hacerlo, acumularemos cada vez más preocupaciones, angustias y frustraciones en la mente, y estaremos formando un ovillo que no nos dejará espacio para nada más.

La ansiedad se afronta y se gestiona. Si rehuimos de ella acabará teniendo más poder.

3. Anticipar cosas que aún no han pasado

Si te suenan este tipo de pensamientos, ten en cuenta que es un rasgo de esa ansiedad más nociva y delimitante que puede sufrir el ser humano. Esa en la que el pensamiento catastrofista impide vivir de forma plena y receptiva.

Nadie tiene una bola de cristal para saber lo que puede o no puede pasar mañana. Así pues, focalicemos la atención en el presente y tratemos de controlar el negativismo.

4. Monitorearlo todo siempre

Quienes han sufrido más de un ataque de ansiedad temen, ante todo, que vuelva a suceder. A veces desarrollan tanta angustia que es ese miedo el que propicia nuevas apariciones, nuevos ataques.

Evitar monitorizarnos tanto, estar pendientes de las palpitaciones, del ritmo cardíaco, de pensar en que si entramos ahí nos pondremos nerviosos, que si hacemos esto perderemos el control…

Debemos ser capaces de hacer un giro y permitirnos llevar con más apertura y confianza, haciendo frente a aquello que nos da miedo, porque es precisamente tras esas fronteras donde se hallan la calma y el equilibrio.

5. Pretender vivir sin ansiedad

Este es un error muy común: pensar que la ansiedad por sí misma es un enemigo al que evitar a toda costa.

Puede que sea buena idea tratar de convivir con la ansiedad, pero evitando que sea ella quien nos controle.

La ansiedad forma parte del ser humano, es ella quien nos ayuda a evitar los riesgos, quien nos ayuda a sobrevivir e incluso a darnos energía y motivación para alcanzar aquello que deseamos.

Sin embargo, en el momento en que se transforme en esa emoción que paraliza, que quita el aire, que nos arrebata el control y la felicidad, es necesario hacer algo.

Resulta importante hallar la raíz del problema. Es necesario sentarnos con nosotros mismos para tener una conversación y tratar de llegar a qué es lo que nos causa ansiedad. Y, si es necesario, para plantearnos consultar con un psicólogo o psiquiatra.

6. Mantener relaciones negativas

Puede parecernos curioso pero, en ocasiones, el foco de la ansiedad puede partir de una persona en concreto que nos quita día a día la felicidad.

Tal vez sea esa pareja, ese amor complicado y dañino que nos transforma en alguien que no somos.

Puede también que sea todo un contexto, como un entorno laboral en el que no terminamos de adaptarnos.

Aún más, puede que sea ese núcleo familiar o grupo de amigos en el que nos sentimos desplazados o vulnerados.

Lo mejor en estos casos es identificar los focos de la ansiedad y establecer posibles salidas o mecanismos de acción para resolver ese problema.

7.  Dejar de vivir

Aunque no nos demos cuenta, sucede. La ansiedad nos afecta en múltiples ámbitos de la vida: las ganas, la ilusión e incluso en la identidad.

Puede hacer de nosotros alguien nuevo, alguien que no nos gusta y que no se parece en nada a quien éramos antes.

No lo permitas, no dejes que esa ladrona de identidades y felicidades te deje sin nada. Asume el control, toma las riendas y navega en tu mundo interior para hallar el problema y las posibles salidas.

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